A medida que envejecemos evaluamos nuestros logros en la vida, podemos sentir sabiduría aparentemente respaldada por las experiencias de la vida, algunas personas suspiran por sus mejores años que ya han pasado, algunos se preparan emocionalmente para la transición de esta vida a otro estado que conocemos en occidente como muerte.
Los deseos a medida que envejecemos se transforman en alabanzas, reconocimientos, fama o algún legado que dejar. Mantenemos diferentes deseos que nos mantienen insatisfechos. Es aquí donde la práctica del yoga toma importancia en la vida del Adulto Mayor.
De acuerdo a nuestra experiencia tratando adultos mayores, la mayor parte jubilados, viviendo situaciones propias de este período como cambio en su economía, tratamiento para las diversas dolencias propias de la edad, las relaciones familiares, algunas relaciones proactivas otras menos afortunadas y la incertidumbre de los años por venir entendiendo que estamos cerca de dejar este plano terrenal, son algunos ejemplos con lo que lidiamos permanentemente.
Cada una de éstas personas llegan a la práctica de yoga buscando ayudar a su salud física, sentirse mejor, dormir mejor, sentir paz en su corazón, mirar positivamente su proceso de envejecimiento y disfrutar de cada minuto que la vida le regala. Y sin exagerar, el 90% de las personas que a lo largo de 20 años he tenido la dicha de tratar, han logrado sus metas.
Puedo resumir ese logro diciendo que la práctica del yoga se va convirtiendo en un estilo de vida que poco a poco va permeando nuestra conciencia y la va expandiendo, liberando el pensamiento, soltando viejas ataduras y concepciones inyectando el deseo de aprender de nuevas experiencias y ésta nueva actitud la Neurociencia nos habla del concepto de Neuroplasticidad la cual permite nuevas conexiones neuronales en el cerebro.
Ciertamente, la práctica de la Yoga no solo es beneficiosa para el adulto mayor, lo es sin lugar a dudas al ser humano, en cualquier etapa de la vida, niños, jóvenes y adultos. En la Universidad del Trabajo y la Tercera Edad asisten personas de edades que oscilan entre los 20 a los 75 años. Los grupos son heterogéneos, cada persona trabaja a su ritmo y con consciencia plena, descubre a su ser más de lo que creía conocer, comienza a ser una persona más reflexiva y agradecida.
—Miriam Sealy de Rodríguez